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Antonio López García nació en 1936 en Tomelloso, Ciudad Real. En 1949, con solo trece años de edad llegó a Madrid, con la intención de aprender el arte de la Pintura, y desde entonces su vida ha estado ligada a nuestra ciudad. Entre 1950 y 1955 estudió en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, años después allí fue profesor, y finalmente en 1993 fue nombrado Académico.

Es considerado el maestro del hiperrealismo, pero su arte va mucho más allá, sus obras trasmiten una cierta magia y remiten sin duda a los grandes realistas españoles, como su admirado Velázquez. Antonio López es uno de los artistas españoles actuales más importantes. En 1985 obtuvo el Premio Príncipe de Asturias, y en 2006 el Premio Velázquez otorgado por el Ministerio de Cultura. Es el pintor español vivo más cotizado, después de que una de sus pinturas fuera vendida en subasta por 1,7 millones de euros.

Lo que tal vez no sea tan conocido es que Antonio López es también un magnífico escultor. En Madrid tenemos dos ejemplos emocionantes.

Es sabido que el artista en la mayoría de los casos emplea años en completar cada una de sus obras, su minuciosidad y afán de perfección le lleva a algo parecido a la obsesión, como él mismo ha reconocido. Un ejemplo son sus impresionantes esculturas “Hombre y Mujer”.

Su historia comenzó, en forma de dibujos, en 1961. Y el nacimiento de las figuras modeladas a tamaño natural tuvo lugar en 1968, aunque no serían finalizadas hasta 1994. Una “historia desmesurada”, como él mismo dice.

En 1973 el autor dio por terminada a la Mujer, año en que las esculturas fueron adquiridas por una coleccionista americana. Pero, con permiso de la dueña, que nunca llegó a tenerlas físicamente, Antonio López continuó trabajando en la figura del Hombre durante muchos años en su taller.

Realizadas en madera de abedul, constan de muchas piezas pequeñas talladas y ensambladas entre sí, mediante tornillos o pequeños trozos de la misma madera, encoladas, y policromadas al óleo y mediante pigmentos. Los ojos son de cristal, como los que utilizan las personas tuertas, por lo que las figuras se convierten en algo inquietante, parecen vivas, especialmente el Hombre, cuyo rostro tiene tanta expresividad que da la impresión de que te devuelve la mirada.

«Hombre y Mujer»

Más de treinta y cinco años después de que Antonio López realizara los primeros dibujos, siendo aún un joven de 25 años, ambas figuras llegaron al Museo Reina Sofía, y allí se encuentran desde octubre de 2001, en la sala 405 de la planta 4 del edificio Sabatini.

Adquiridas por la empresa Repsol, pasaron a ser propiedad del Estado como pago de impuestos por parte de esta Compañía. Se dio la curiosa circunstancia de que la primera propietaria estuvo presente el día de la inauguración en el Museo Reina Sofía.

En la misma sala, detrás de las esculturas, actualmente se exponen los primeros dibujos efectuados por el artista en 1961 con carboncillo y lápiz conté.

Pero el Hombre y la Mujer no son las únicas esculturas de Antonio López que podemos admirar en Madrid. Muy cerca del Museo, al otro lado de la glorieta de Atocha, hay otras dos.

Ya consagrado, Antonio López ha vuelto a Atocha, el primer lugar que pisó al llegar a Madrid, siendo aún casi un niño. En el verano de 2008 fueron instaladas en la Estación dos esculturas de gran tamaño tituladas “Día” y “Noche”.

Encargadas por el Ministerio de Fomento en 2002, fueron colocadas en el vestíbulo de las Llegadas en la estación de Puerta de Atocha. Las pueden contemplar los viajeros que llegan, llegamos, en el AVE a Madrid, o los que esperan, esperamos, a esos viajeros en el gran vestíbulo, escenario perfecto para esas esculturas gigantes. Estos bustos de bronce de tres metros de alto por tres de ancho necesitaban espacio para poder trasmitir la ternura que encierran, y aquí lo han encontrado.

«Día»

Es un bebé, su nieta, se llama Carmen, que entonces contaba solo seis meses de edad y aún ignoraba que su rostro iba a quedar inmortalizado de esta forma y quién es su abuelo. La niña despierta y la niña dormida representan para el autor el Día y la Noche, el paso del tiempo acompañado por el paso de los trenes.

Las cabezas fueron fundidas en bronce a partir de moldes de escayola, e instaladas sobre sendas peanas, cada escultura pesa más de dos mil kilos.

«Noche»

La Vida, el hombre y la mujer, el Tiempo, el día y la noche. El gran artista del realismo parece también un gran filósofo.

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