Bernardo Cavallino

Apenas se conservan datos contrastados sobre la actividad artística, a lo largo de veinte años, de este pintor, uno de los más refinados del siglo XVII europeo, aparte de la biografía de De Dominici y una sola fecha, la de 1645, que se lee en la única obra fechada de Cavallino, la Santa Cecilia, que antaño se encontraba en la iglesia napolitana de Sant’Antonio delle Monache y en la actualidad temporalmente en depósito en el Palazzo Vecchio de Florencia. De Dominici indica que Cavallino aprendió el oficio con Stanzione. Sin embargo, los críticos contemporáneos sostienen que está vinculado al realismo vigoroso, incluso desarrapado, de un gran pintor anónimo, español o apuliano, conocido como «Maestro del anuncio a los pastores», cuyo posible origen ibérico justificaría la influencia de Velázquez que a veces aflora en algunas obras de Cavallino

Tan difícil resulta proponer una ordenación plausible de las numerosas obras que se conservan de este artista, la mayoría de pequeño formato, como aceptar incuestionablemente las que se han propuesto hasta la fecha. Aunque admitamos como obras de su juventud los cuadros de composición menos definida, fascinantes por su marcado tenebrismo y apenas insinuada individualización formal, como por ejemplo la Comunión de los apóstoles, Milán, colección particular, o la Ester y Asuero del Istituto Suor Orsola Benincasa de Nápoles, y aunque añadamos a los primeros tiempos de la carrera del artista el Martirio de san Bartolomé, «riberiano en tono menor», que se conserva en el Museo di Capodimonte, no parece legítimo incluir en esta cronología una obra de mayores dimensiones como es la Visitación de santa Ana y san Joaquín del Szépmüvészeti Múzeum de Budapest. La fecha de la Santa Cecilia florentina sugiere que Cavallino había cumplido los treinta años cuando pintó El sueño de san José, que en la actualidad se conserva en el Múzeum Narodowe de Varsovia, la Inmaculada Concepción de la Pinacoteca Brera, la Judith de Estocolmo, y también el Cristo con la cruz a cuestas del Chrysler Museum de Norfolk y la Adoración de los pastores del Cleveland Museum of Art

Aunque prácticamente todas las obras de Cavallino son dignas de mención, parece inútil empeñarse en definir una producción que siempre mantiene un nivel de extraordinaria calidad. No cabe duda de que el napolitano injerta en su arranque naturalista, pero sin diluirlo, los azules, verdes y naranjas, los verdes brillantísimos, casi ácidos, derivados de las tendencias neovenecianas de los flamencos (en particular de Van Dyck), y también de los pintores genoveses que pasaron por Nápoles (como el Grechetto), sin olvidar naturalmente el giro neoticianesco y vandyckiano de Ribera. Pero la alquimia que así consigue distancia a Cavallino de todos sus colegas contemporáneos, como también lo hace su inclusión de personajes dinámicos en escenas del Antiguo Testamento, de la literatura clásica o de la poesía de Tasso, como por ejemplo en El hallazgo de Moisés de Brunswick, el Mucio Escévola ante Porsena del Fort Worth Art Museum, y la Herminia entre los pastores del Museo di Capodimonte. En su galería de personajes tienen merecida fama las figuras femeninas autónomas, en particular La cantante del Museo di Capodimonte, que denota una gracia absolutamente dieciochesca. De Cavallino se podría decir, como ya alguien ha escrito, que le tocó en suerte nacer en un siglo que no le correspondía.

 

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