Gustave Courbet

Courbet@

«Fue como el estruendo de una tromba que hubiese pasado por la sala de exposición, sacudiendo y rompiendo los cristales»
(Castagnary, 1884)

Fue en Ornans, pequeña ciudad situada en el corazón del Franco-Condado, que Gustave Courbet viene al mundo en 1819. Era el mayor y único hijo varón de una familia de cuatro niños; una familia unida y acomodada, gracias al importante patrimonio rural de su padre.Durante toda su vida, Courbet demostró el afecto que sentía por los suyos, a los que realizó numerosos retratos, a veces en medio de los personajes de sus grandes composiciones. Ese mismo vínculo le une a su región natal, que le sirve de decorado para muchos de sus cuadros. A lo largo de su vida, Courbet visita los países nórdicos donde le admiran, vive en París, viaja a Saintonge, cuna de su amigo Castagnary, o a Normandía con el pintor americano Whistler, o también a Montpellier invitado por Bruyas, amigo y mecenas, pero siempre regresa al Franco-Condado.

Con una «inquebrantable confianza en sí mismo y una indomable tenacidad» (Castagnary), Courbet se lanza en una carrera artística prolífica que se articula entorno a cuatro periodos clave.

Los años de juventud (1833-1848)

Hacia la edad de catorce años, Gustave Courbet se sensibilizó con la pintura por medio del maestro Baud, un profesor de Ornans, quien fuera a su vez alumno de Gros. Instalado en Besançon a partir de 1837, el joven continúa su formación como émulo de David.Courbet tiene veinte años cuando llega a París para matricularse en la facultad de Derecho, pero muy pronto el joven se desvía de esta dirección y prefiere acudir a los talleres de Steuben y de Suisse. Copia a los maestros del Louvre tales como Rembrandt, Hals, Rubens, Caravaggio o Ticiano y en la «galería española» de Luis Felipe, descubre a Velázquez o a Zurbarán, al que también admiraba Manet. Entre sus compatriotas, Courbet admira a Géricault y Delacroix, dos maestros románticos que utilizaron los grandes formatos para pintar episodios de la historia contemporánea.

A lo largo de este periodo, Courbet todavía sigue buscándose. En varias ocasiones, se retrata con énfasi (El desesperado, 1841; El hombre del perro negro, 1842; El hombre herido, 1844-1854; El hombre con cinturón de cuero. Retrato del artista, 1845-1846).
Más allá de las influencias de los maestros del pasado y de los románticos, ya afirma la ambición de desempeñar un protagonismo fundamental en la historia del arte a través de una pintura personal y sincera.

«ya que Realismo hay…» (1848-1855)

En 1848, Courbet, que hasta la fecha había hecho pocas exposiciones en el Salón, puede por fin presentar unos diez lienzos, donde destaca y entabla una relación de amistad con el crítico Champfleury, beneficiándose de ahora en adelante de un reconocimiento público, confirmado al año siguiente con la compra por el Estado deUna sobremesa en Ornans (Lille, museo de Bellas Artes). La obtención de la medalla de segunda clase, en dicha ocasión, le libera a partir de entonces de pasar por el jurado, hasta 1857, año en que se cambian las reglas.

Con otras obras, sin embargo, Courbet se enfrenta a la incomprensión y provoca el escándalo, como ocurriera en 1849 conLos picapedreros (obra destruida) y más tarde conUn entierro en Ornans en el Salón de 1850-1851. En esta segunda mitad del siglo XIX, conforme a la tradición académica, los cuadros de gran formato están reservados a temas históricos, bíblicos, mitológicos o alegóricos. Courbet maltrata esta convención pintando un mundo familiar, doméstico en grandes lienzos. Consideraba que la historia contemporánea, ya fuese aquella de la gente del pueblo, merecía estos grandes formatos, afirmando que «El arte histórico es en esencia contemporáneo», con lo que Courbet expresa su deseo de reformar la pintura histórica. El título original del Entierro, Cuadro histórico de un entierro en Ornans, es emblemático desde este punto de vista.Durante este periodo, Courbet tiene un encuentro decisivo para el futuro de su carrera: Alfred Bruyas (1821-1877), un rico coleccionista, natural de Montpellier, compra Las bañistas. A partir de entonces, se convierte en un verdadero mecenas para el artista, que puede de este modo, vivir de su pintura en total independencia. El reconocimiento también viene del extranjero. A partir de 1854, en Berlín y en Viena, se disputan el honor de mostrar a Courbet.

Este periodo encuentra su apogeo en El taller del pintor (1854-1855), verdadero cuadro-manifiesto en el que Courbet reivindica sus opciones artísticas y políticas. Courbet da, además, a esta obra de cerca de cuatro metros por seis el subtítulo evocador de Alegoría real que determina una fase de siete años de mi vida artística y moral.
El jurado del Salón de 1855 acepta más de diez cuadros de Courbet, pero rechaza suTaller, debido al tamaño del cuadro. Esta decisión incita a Courbet a organizar una exposición particular, al margen de la Exposición Universal, en un recinto edificado a su costa y que nombra el «Pabellón del Realismo».

Los años fastos (1856-1870)

Gustave CourbetEl acantilado de Etretat después de la tormenta© Musée d’Orsay

Un cuadro mostrado en el Salón de 1857, Las señoritas a orillas del Sena (París, Petit Palais), permite a Courbet constituir un círculo fiel de simpatizantes y defensores.
Courbet expone con regularidad en el Salón, los encargos afluyen. Su abundante producción se desarrolla entorno a temáticas diversas: escena de caza, paisajes, bodegones florales. Pero, agitador por naturaleza, el artista atrae de nuevo el escándalo con El regreso de la conferencia (1863, obra desaparecida, sin duda adquirida por algún contemporáneo indignado, con la intención de destruirla) que muestra a eclesiásticos ebrios y divagando por un camino rural. El lienzo fue rechazado en el Salón de 1863 «por ultraje a la moral religiosa». ¡Incluso se le prohibirá la entrada en el Salón de los Rechazados!
Al año siguiente, Venus y Psique (obra desaparecida) fue también rechazada en el Salón por «indecencia». Fue durante este mismo periodo que Courbet pintó su obra más provocadora, El Origen del Mundo (1866), encargo privado que permaneció durante un tiempo inédita para el público. Con motivo de la Exposición Universal celebrada en París en 1867, Courbet expone esta vez nueve lienzos en el Salón. Este reconocimiento no le impide, sin embargo, organizar de nuevo una exposición personal en un edificio construido en la plaza del Alma, donde el público puede contemplar cerca de ciento cuarenta de sus obras.

Durante el verano de 1869, Courbet se establece en Etretat, donde crea, sobre todo,El mar tormentoso y El acantilado de Etretat después de la tormenta. En el Salón de 1870, ambos cuadros fueron acogidos con unánimes alabanzas y la reputación de Courbet queda a partir de entonces solidamente afianzada.

Courbet y la Comuna (1870-1871)

Tras la caída del Segundo Imperio, Courbet es elegido Presidente de la Federación de artistas. Mientras que París sufre el sitio de los ejércitos prusianos y que muchos huyen de la capital, Courbet permanece en la ciudad. Él, que ya había seguido con interés los acontecimientos de 1848, guarda sin duda en la mente el recuerdo de su abuelo, revolucionario «sans-culotte» en 1789. En febrero de 1871, su compromiso se confirma: se presenta a las elecciones legislativas, sin éxito. En abril de 1871, la comisión ejecutiva de la Comuna de París le encarga reabrir los museos parisinos y organizar el Salón.

Electo del Consejo de la Comuna, Gustave Courbet, sin embargo, no es guardia nacional y no participa pues en los combates. Detenido por los versalleses el 7 de junio, en septiembre el pintor fue condenado a seis meses de cárcel y a una multa de 500 francos, a los que se añadieron 6 850 francos de gastos procesales. La sentencia es más bien clemente, comparada con las penas de muerte y de deportación que afectan a otros partidarios de la Comuna… pero tan solo es el comienzo de sus problemas judiciales.

Tiempos difíciles (1871-1877)

La demolición, el 16 de mayo de 1871, de la columna Vendôme, erigida por Napoleón I,y convertida en símbolo del Primer y Segundo Imperio, había sido votada por la Comuna el 12 de abril de 1871, o sea, cuatro días antes de la elección de Courbet. Pero el artista había tenido la imprudencia de lanzar en septiembre de 1870 una petición en la que reclamaba al gobierno de la Defensa nacional que le autorizaran «quitar de en medio» la columna.
En 1873, tras un nuevo proceso, Courbet fue juzgado responsable y se le condena a abonar los gastos de reconstrucción de la columna, que alcanzaban los 323 091 francos. Courbet pierde gran parte de su fortuna y decide instalarse en Suiza, temiendo ser de nuevo encarcelado. Durante su exilio, el Estado embarga sus bienes, vigila a sus amigos y a su familia. La inestabilidad política de los primeros años de la III República no es muy favorable a los antiguos partidarios de la Comuna. Courbet se niega a volver a Francia antes del voto de una ley de amnistía general.
Pese a la benevolente acogida que tiene en Suiza, Courbet se hunde en este exilio: se pierde en el alcohol y tan solo produce en muy raras ocasiones obras dignas de su talento. Los problemas de dinero y los trámites procesales se convierten en una obsesión. Muere el 31 de diciembre de 1877 en la Tour-de-Peilz, pocos días después de la dispersión de su taller en una subasta pública. 

Posteridad

«Mira la sombra en la nieve, me dijo Courbet, lo azul que está… Esto no lo saben hacer los aspaventeros de nieve de la cámara». Esta observación del pintor, relatada por Castagnary, verdadera incitación a la pintura a partir del motivo, abre la vía a los ensayos impresionistas sobre las sombras coloreadas.
Sus pinturas de paisaje entusiasman especialmente a Cézanne: «Su gran aportación» afirma a propósito de Courbet «es la introducción lírica de la naturaleza, del olor de las hojas mojadas, de las paredes musgosas del bosque, en la pintura del siglo XIX […]. ¡Y la nieve; ha pintado la nieve como nadie!». Durante los años 1860, Cézanne utiliza la espátula, acorde a la técnica de Courbet, al igual que los colores oscuros y la pasta espesa. Edouard Manet (1832-1883) no disimula su deuda de cara a Courbet. Al igual que este, atrae el escándalo y los sarcasmos. El desayuno sobre la hierba fue rechazado en el Salón de 1863, y posteriormente abucheado en el Salón de los Rechazados. LaOlympia, provocadora «odalisca con vientre amarillo» del Salón de 1865, focaliza la animosidad del público. Por su voluntad de liberarse de las reglas académicas, Manet prolonga el camino marcado por Courbet.

James McNeill Whistler (1834-1903), alumno de Courbet, entabla con este una relación de amistad. Joanna Hiffernan, llamada Jo la Irlandesa, amante del artista americano, fue además la presunta modelo del Origen del Mundo (1866). Con él, Courbet pinta las costas de Normandía, así como con Eugène Boudin (1824-1898).

Claude MonetEl Desayuno sobre la hierba© Musée d’Orsay, dist. RMN / Patrice Schmidt

En su Desayuno en la hierba (1866), retrata a un joven corpulento, cuyos rasgos recuerdan a los de Courbet. Este último también realizó visitas al joven artista que terminaba el cuadro en el taller que compartía con Bazille.Carolus Duran (1837-1917) fue influenciado por Courbet a principios de los años 1860.

Por esa misma época, Henri Fantin- Latour (1836-1904) conoce a Gustave Courbet y trabaja en su efímero taller.

Renoir (1841-1919) comienza también bajo la influencia de Courbet, antes de liberarse de ella. Los desnudos de Courbet lo marcan de forma permanente.

http://www.gustavecourbet.org/

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