El pintor George Wesley Bellows es conocido sobre todo por el gran público por una magnífica pintura de boxeo. En ella contemplamos el instante en que el púgil argentino Luis Ángel Firpo, bautizado por la prensa neoyorkina como El toro salvaje de las pampas, arroja fuera del cuadrilátero con un poderoso guantazo al entonces campeón mundial de los pesos pesados, Jack Dempsey.
Esta pelea legendaria por el título mundial de los pesos pesados tuvo lugar el 14 de septiembre de 1923 en el estadio Polo Grounds de Nueva York. Entre el numeroso público que acudió al estadio, cerca de 80.000 personas, y en un lugar privilegiado se encontraba George Bellows.
Él mismo diría meses después en la presentación de su pintura: “Cuando Dempsey fue despedido a través de las cuerdas cayó sobre mis piernas, entonces lo insulté un poco y lo empujé al ring animándole a continuar”.
Dempsey logró incorporarse y trepar de nuevo a la lona, temiéndose lo peor pues ya habían pasado los 10 segundos de rigor. Firpo, que hasta ese momento había recibido un duro castigo, cayó hasta en siete ocasiones en este primer round, esperaba ser proclamado el nuevo campeón del mundo.
Pero sus ilusiones se esfumaron rápidamente cuando el arbitro, amedrentado por el atronador griterío del público, se demoró descaradamente en la cuenta del k.o y permitió a Dempsey proseguir el combate.
Cuenta la leyenda que para ocultar el tongo los noticiarios filmados de la pelea fueron manipulados, y algo de cierto debe de haber en ello, pues al contemplarlos hoy en You Tube se aprecia un sospechoso corte en el montaje de la filmación cuando el arbitro inicia la cuenta del ko.
En el segundo asalto, Dempsey hizo honor a su célebre apodo, El tigre de Manassa, y castigó de una manera implacable al Toro salvaje de las pampas. Hasta en tres ocasiones Firpo cayó sobre la lona. De la última solo se levantaría con la ayuda del propio Dempsey tras ser este proclamado por el arbitro como vencedor del combate.
George Bellows, que inmortalizó con su cuadro el breve momento de gloria de Luis Ángel Firpo, había nacido en Colombus, Ohio, en 1882 y no era la primera vez que trasladaba al lienzo escenas de combates de boxeo.
Según sus más reconocidos biógrafos ya en sus primeros años de estudiante en la universidad dio muestras sobradas de poseer un poderoso talento para el dibujo y el baseball. Sin embargo, a pesar de las numerosas propuestas que le llovieron para dedicarse profesionalmente a este deporte, escogió finalmente el camino de los lápices, los colores, y los pinceles.
En 1904, con 22 años recién cumplidos, abandonó la universidad del estado de Ohio para matricularse en la New York School of Arts. Aquí se encontró con una deslumbrante nómina de maestros, como los pintores William Merrit Chase, John Sloan y Robert Henri.
Entre sus jóvenes compañeros de caballete se encontraban algunas futuras glorias de la pintura americana del siglo XX como Edward Hopper, Joseph Stella, Rockwell Kent o Stuart Davis.
De Henri, más que de ninguno, y de otros pintores que también pertenecían a la llamada escuela de Ashcan, -término despectivo acuñado por la crítica que podemos traducir como escuela del basurero- Bellows aprendió no solo los primeros arcanos del oficio, sino también una filosofía, un sentido y un significado nuevo para unir su arte y la vida.
Bellows asumió así los postulados que pasaban por retratar a la sociedad americana en todas sus formas y en todos sus rincones, por más inhóspitos y truculentos que estos fueran.
La ideología anarquista de su maestro Henri, que le inició en la lectura de George Bernard Shaw, Tolstoi o Ibsen, la libertad de pensamiento que preconizaba frente a todo dogma o academia, su amor a los humildes y a los escenarios urbanos de sus vidas, los barrios pobres de Nueva York, marcaron para siempre al joven pintor.
Años más tarde Bellows reconocería la profunda deuda contraída con su maestro y definiría su relación con Henri como algo más parecido a la relación de un padre y su hijo que a la de un maestro y su alumno.
Su talento como pintor y dibujante no tardó en abrirse camino. Los retratos, y sobre todo sus paisajes nevados de Nueva York, más audaces y expresivos en su ejecución que los de Henri, le granjearon fama como uno de los mejores pintores de su generación.
Sin embargo, y a pesar de la calidad innegable de sus retratos y paisajes, es muy posible que George Bellows no hubiera alcanzado el lugar de privilegio que goza hoy en la historia de la pintura americana del siglo XX si no fuera por sus cuadros y dibujos de combates de boxeo.
La libertad y soltura en la ejecución de estos cuadros tiene su origen en los numerosos apuntes, en ocasiones directamente al óleo sobre pequeñas tablillas de madera, realizados por Bellows en los combates clandestinos que se celebraban en algunos colmados y salones de la ciudad.
Clandestinidad que se debía a la prohibición impuesta al boxeo en todo el estado de Nueva York en los primeros años del siglo XX.
Uno de estos salones de mala fama, el Sharkey´s, regentado por el marinero y boxeador retirado Tom Sharkey, se encontraba frente de la casa donde Bellows tenía por entonces su estudio de pintor, en el Upper West Side de Nueva York. A menudo los amigos de Bellows sabían que podían encontrarle allí tomando apresurados apuntes de los combates. Auténticas carnicerías que recibían el nombre de “stags”.
El propio Bellows preguntado por su interés en aquellas peleas respondió: I don’t know anything about boxing. I’m just painting two men trying to kill each other.
Más allá de los motivos que movieron a un joven metodista convertido al anarquismo a realizar estas tremendas pinturas, todavía hoy los críticos americanos especulan sobre el asunto, no cabe que nos encontramos ante unas obras que a nadie dejan indiferente.
También podemos rastrear sus influencias pictóricas, desde Goya a Daumier, maestros que le fueron descubiertos por Henri, admirador confeso de la gran escuela española, la de Velázquez y Goya.
En cualquier caso no hace falta ser un gran entendido para ver en estas pinturas todo un alarde de destreza pictórica, un virtuosismo expresivo que nos sitúa en un territorio incierto, a medio camino entre la repulsión y la fascinación.
Pero sobre todo, podemos sumergirnos por unos breves instantes en la atmósfera humeante, violenta y apasionada de aquellas veladas clandestinas.
También sorprendentes y de una calidad excepcional son sus litografías, y muy especialmente las inspiradas en este universo del boxeo. Las estampas nos demuestran con creces su talento como dibujante y estampador. Oficio este último por cierto aprendido por Bellows de una gran leyenda del grabado norteamericano, Bolton Brown.
Algunas de estas litografías fueron realizadas a partir de cuadros, como Dempsey and Firpo, o Stag at Sharkey´s, aunque la mayoría fueron concebidas y ejecutadas como obras autónomas, y componen en su conjunto una de las mayores aportaciones a la renovación de esta disciplina en la historia del grabado norteamericano.
En otra ocasión seguiremos en estos Vientos Variables con la vida y obra de George Bellows. Lo merece, y aún quedan muchas cosas en el tintero por ver y contar, como su militancia anarquista en la Lyrical Left, su participación en la mítica exposición del Armory Show de Nueva York en 1913, sus colaboraciones satíricas en la revista socialista The Masses, o sus esplendidas litografías tomando esta vez como tema los salones de billar, la silla eléctrica, o los desastres de la llamada Gran Guerra.